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El eslabón invisible que impide resolver la crisis del maíz en México

Esta sobreproducción derivó en la caída anual del precio internacional del maíz en un 34% y, por tanto, en enormes pérdidas para los agricultores del mundo, incluido México, país que, pese a ser la cuna del maíz domesticado, figura como el séptimo productor a nivel mundial, muy por detrás de Estados Unidos, país que encabeza la lista, seguido por Brasil, Argentina, India y Ucrania. Bajo este escenario, es difícil que, como exigen los productores agrícolas, se logren establecer precios de garantía.

“El precio de garantía de antaño fue una medida efectiva y con beneficios, sin embargo, actualmente es muy difícil pensar que el Estado mexicano pueda volver a establecerlos porque estamos expuestos, como todos los países productores de maíz, a las variaciones en el mercado; tendría que ser una cantidad de inversión creciente para poder establecer ese precio y es difícil pensar que exista esa posibilidad”, puntualizó la especialista de la UNAM.

Los precios de garantía fueron una medida del siglo pasado. La Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), activa desde los años sesenta y hasta el cierre del siglo XX, otorgaba garantías de protección social tanto al vendedor como al consumidor. A los productores de maíz, frijol, trigo, arroz, café y otros productos de la canasta básica, se les compraba con un precio fijo, mientras que al consumidor se le ofertaban mercancías derivadas a precios subsidiados. Un esquema social de la época del llamado “desarrollo estabilizador” (1940-1970) que, dado el contexto mundial, no volverá.

De esto se trata el libre mercado

Las movilizaciones del sector agrícola no son nuevas, tienen más de 20 años sin que sus peticiones sean atendidas. ¿El origen? la entrada del modelo neoliberal y los tratados comerciales de la década de los noventa, que prometían mayores ingresos al productor en el mercado de exportación.

“En un primer momento, resultó interesante para productores y campesinos; sin embargo, a largo plazo no funcionó por los vaivenes del mercado global, debido a que el precio de los granos se fija no en la capacidad de producción de un país, sino en la ley de oferta y demanda y, en un contexto de creciente producción mundial, los precios tienden a bajar”, explica Méndez Rojas, doctora en Historia Moderna y Contemporánea.

Con la apertura comercial, las importaciones de maíz crecieron en forma abismal. De acuerdo con datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), en la última década, México estancó su producción de maíz y presentó una caída del 3.7%, mientras que las importaciones se dispararon en un 78.4%. Para el ciclo 2025-2026, el organismo estima 25 millones de toneladas importadas, principalmente de Estados Unidos.

A la fecha, la producción de maíz en México, tanto blanco como amarillo, no alcanza a cubrir las necesidades alimenticias ni industriales. Importamos el 54% del consumo nacional de maíz y, en el mediano plazo, dadas las presiones internacionales, un esquema desigual de subsidios al campo en los principales países productores como Estados Unidos o Brasil y el “dumping agrícola” (vender por debajo del costo de producción y transportación, práctica comercial legal, pero desleal), el panorama presenta varias dificultades.