
El propietario de una pequeña empresa de Dallas, Allen Walton, dice que acaba de agotar el stock uno de sus productos, una cámara de vigilancia utilizada por las fuerzas del orden público y los detectives privados. Eso normalmente sería una gran noticia para la empresa de electrónica de Walton, SpyGuy, especializada en gadgets como rastreadores GPS y detectores de cámaras ocultas. Pero gracias a las siempre cambiantes políticas arancelarias de la administración Trump, Walton dice que no sabe si debería reponer su mercancía. Sus productos se fabrican en su mayoría en el sur de China, y el nuevo arancel adicional del 145% sobre las importaciones chinas cambiará por completo la economía de su negocio.
Como casi todos los aparatos electrónicos del mercado actual, lo que Walton vende no suele fabricarse en Estados Unidos, y lo único que puede hacer es esperar a que, con suerte, la situación arancelaria vuelva a cambiar pronto. “He tardado cinco años en situarme por fin en el número uno del buscador de Google. Por eso nos quedamos sin existencias. Ahora, no sé si vale la pena reabastecerme de mis exitosos productos, así que es realmente frustrante”, indica.
Mientras Trump ha jugado al escondite arancelario en las últimas semanas, anunciando repetidamente nuevas tarifas y luego cancelándolas, los empresarios luchan para planificar el futuro de sus empresas y lidiar con el latigazo comercial. WIRED habló con más de una docena de propietarios de empresas estadounidenses, incluidas tiendas familiares, marcas de moda que tienen más de 100 millones de dólares de ingresos anuales, un proveedor de suministros para tatuajes de Filadelfia y un fabricante de colchones de Ohio, que dijeron lo mismo: la fabricación china sigue siendo el estándar de oro en el mundo y trasladar la producción a una nueva región sería extremadamente difícil, independientemente de lo altos que sean los aranceles.
Walton puede comparar personalmente lo que supone fabricar en China frente a hacerlo en Estados Unidos porque su empresa recibe pedidos del gobierno estadounidense, que está dispuesto a pagar un sobreprecio por los bienes producidos localmente. “Todos los fabricantes de electrónica de consumo van a China. Ni siquiera sé cómo fabricar algo así a un precio que tenga sentido para mí y para mis clientes que no sean el gobierno estadounidense”, afirma.
Los aranceles por sí solos no bastarán para motivar a las empresas a instalar sus fábricas en Estados Unidos, afirma Kyle Chan, investigador de la Universidad de Princeton especializado en política industrial. “Pero supongamos que vuelve, realmente dudaría que pudiera ser al nivel de calidad y precio que los consumidores estadounidenses han estado disfrutando durante mucho tiempo”, afirma. “Una vez que desaparece una industria, una vez que se pierde este ecosistema más amplio, entonces es muy, muy difícil traerla de vuelta”.
El mito de los precios baratos
Es innegable que el costo es una razón importante para que las empresas decidan abastecerse en China. Pero los expertos dicen que es incorrecto suponer que precios más bajos significan menor calidad, y la razón por la que la fabricación en China es más barata que en otras regiones no siempre tiene que ver con cuánto se paga a los trabajadores. De hecho, los salarios más bajos se han convertido en un aspecto menos importante de la fortaleza manufacturera de China a medida que el país ha ido ascendiendo en la cadena de valor, afirma Eli Friedman, profesor asociado que estudia la mano de obra china en la Universidad de Cornell.
“Definitivamente, no se puede decir que porque los salarios en las fábricas chinas sean sólo el 25% de lo que cobran sus homólogos estadounidenses, la calidad vaya a ser el 25% del producto estadounidense”, afirma Friedman. “Es una forma demasiado simplista de verlo”.
Normas culturales como trabajar muchas horas y pasar intencionadamente décadas en la misma industria suelen significar que los trabajadores de China se han vuelto más calificados y especializados en determinadas áreas. China es también líder mundial en la producción de herramientas industriales, lo que significa que las fábricas pueden ajustar fácilmente la maquinaria para adaptarla a las necesidades cambiantes de sus clientes. Como resultado, las fábricas chinas suelen ser más receptivas a las demandas de personalización de los clientes y más capaces de orquestar con precisión sus intenciones de diseño.
Casey McDermott, cofundador de la empresa de rompecabezas Goodfit, afirma que es “erróneo pensar que la calidad de fabricación en China es mala”. Los clientes suelen preguntar si los puzzles de Goodfit se fabrican en China (así es), así que McDermott dice que intentó encontrar una empresa local que pudiera producirlos. El fabricante que encontró le ofreció tres veces el precio que paga actualmente, pero aún así no podía cumplir los mismos estándares de producción que su proveedor en China, que lleva décadas en el negocio y ha desarrollado conocimientos especializados con el tiempo.
“Nuestras cajas son de un material mate, grueso y suave al tacto. Las piezas de nuestros rompecabezas encajan a la perfección: son gruesas y no se doblan, y tienen un acabado de lona”, explica McDermott. “Son detalles que las fábricas nacionales no podían reproducir para nosotros”.