Intel abandona Europa. La gigante estadounidense de los semiconductores anuncia el fin de la construcción de megafábricas en Alemania y Polonia, como parte de una reestructuración que resultará en la pérdida de 25,000 empleos y pérdidas récord de 2,900 millones de dólares en el segundo trimestre de 2025.
La decisión afecta inversiones por más de 35,000 millones de euros y supone un revés para la autonomía estratégica de Europa en el sector de los chips, justo cuando Bruselas aspiraba a duplicar su cuota de producción mundial para 2030.
El naufragio de los multimillonarios proyectos de Intel
En teoría, la fábrica de Magdeburgo, Alemania, iba a ser el proyecto estrella de la estrategia europea de Intel. La planta, valorada en 30,000 millones de euros, se había anunciado en junio de 2022 como la mayor inversión industrial de la historia alemana de posguerra, con una producción prevista de chips de 2 nanómetros y la creación de tres mil puestos de trabajo directos. El proyecto contaba con 9,900 millones de euros en financiamiento público alemán y era la mayor intervención en el marco de la Ley Europea de Chips (European Chips Act), la legislación sobre semiconductores que entró en vigor en septiembre de 2023 para aumentar la autonomía manufacturera del continente. Por su parte, el proyecto polaco preveía una planta de ensamblaje y pruebas de 4,600 millones de euros, destinada a crear dos mil puestos de trabajo de aquí a 2027 y completar la cadena europea de semiconductores.
Ambos proyectos ya habían sufrido un primer revés en septiembre de 2024, cuando el entonces CEO, Pat Gelsinger, anunció una suspensión de dos años debido a las dificultades financieras del grupo. El anuncio del nuevo CEO, Lip-Bu Tan, que asumió el cargo en marzo de 2025, convirtió esa pausa en una cancelación definitiva: la nueva dirección juzgó como “excesivas y prematuras” las inversiones de los últimos años en comparación con la demanda real del mercado.
La reestructuración iniciada por Intel incluye también el cierre de sus actividades de ensamblaje y pruebas en Costa Rica, donde trabajan más de 3,400 personas, y el traslado de las operaciones a sus plantas existentes en Vietnam y Malasia. La empresa también ha decidido ralentizar las obras de la megafábrica de 28,000 millones de dólares en Ohio, inicialmente prevista para 2025 y ya aplazada una primera vez en febrero. A pesar de estos recortes y aplazamientos, la estrategia del grupo sigue centrándose firmemente en Estados Unidos, en parte por los incentivos de la Ley de Chips y Ciencia, que concede a Intel 8,500 millones de dólares en subsidios directos para reforzar la producción nacional de semiconductores.
Consecuencias políticas e industriales
El abandono de Intel socava toda la arquitectura de la Ley Europea de Chips y revela los límites del modelo de financiación europeo frente a sus principales competidores. La Unión Europea ha estructurado su estrategia en función de las aportaciones de cada Estado miembro, con solo 3,300 millones de euros directamente desde Bruselas de un total de 43,000 millones, lo que obliga a las empresas a negociar por separado con cada gobierno nacional. EE UU adoptó un enfoque centralizado, asignando 52,700 millones de dólares en fondos federales directos, sometiendo a los beneficiarios a la obligación de presentar informes semestrales y alcanzar objetivos específicos de producción. Las negociaciones alemanas para Magdeburgo duraron meses, mientras que Washington aprueba la financiación con procedimientos acelerados que garantizan plazos más breves.
El panorama industrial europeo del sector sigue caracterizándose por la excelencia en segmentos muy concretos de la cadena de suministro, pero carece de capacidad de fabricación integrada en los procesos más avanzados. Por ejemplo, la empresa holandesa ASML ostenta el monopolio mundial de las máquinas de litografía ultravioleta extrema, con una cuota de mercado del 100% para los sistemas EUV, que cuestan más de 200 millones de dólares cada uno y son indispensables para producir chips de menos de 7 nanómetros. Empresas como la alemana Infineon, con ingresos de 16,300 millones de euros en 2024, y la francesa STMicroelectronics mantienen posiciones de liderazgo en semiconductores para automoción e industrias, pero estas fortalezas no compensan la ausencia de una gran fundición europea capaz de competir con la taiwanesa TSMC o la surcoreana Samsung en procesos de 3 y 2 nanómetros.
La cancelación de los proyectos de Intel obliga aún más a los países europeos a reconsiderar sus estrategias nacionales para atraer inversiones tecnológicas, mientras la competencia mundial se intensifica con cifras récord. Francia ha destinado 5,400 millones de euros al plan France 2030 para semiconductores; Italia ha asignado 4,150 millones de euros a través del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR); y los Países Bajos han creado un fondo de 2,500 millones de euros específico para tecnologías críticas.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Alondra Flores.